¿Está muriendo la cultura o vivimos una transformación histórica?

Rafael Narbona: ¿Está muriendo la cultura o somos nosotros los que hemos dejado de buscarla?

Entre Dostoyevski y ‘First Dates’: un choque generacional que no queremos ver

Rafael Narbona no se anda con rodeos: vivimos una época donde la cultura profunda se ha visto desplazada por el entretenimiento rápido. La televisión pública que antaño podía reunir a Borges, Octavio Paz o Miguel Delibes ahora paga 25.000 € por aparición a personajes como Belén Esteban. ¿Qué ha pasado en este camino?

Narbona lo resume así: “Ya no buscamos comprendernos, solo matar el tiempo.” Antes se leían a Tolstói, Thomas Mann o Hermann Hesse; hoy triunfan contenidos diseñados para distraer, no para transformar. Y esta banalización de la cultura, según él, está conectada con un fenómeno aún más preocupante: la polarización política.

Cultura, populismo y el fin de los matices

Narbona traza una línea clara: cuanto más se infantiliza el debate público, más fácil es dividirnos en trincheras. Si te interesa la cultura, eres “facha”. Si te preocupan las desigualdades, eres “rojo”. La complejidad ha sido sustituida por etiquetas, y con ello desaparece algo fundamental para la convivencia: la capacidad de discrepar sin odiar.

Él lo ve cada día en redes: por criticar a Trump lo llamaron comunista, y por criticar a Podemos lo llamaron facha. “Nos hemos quedado sin espacio para los matices,” dice. Y sin matices, solo queda el ruido.

¿La cultura del entretenimiento es una estrategia de control?

¿Es todo un plan maquiavélico para “dormirnos”? Narbona duda que exista una conspiración, pero sí cree que los políticos se han subido a una ola de mensajes simples y espectaculares porque “funcionan”. En redes triunfan los gritos, no los argumentos; en televisión, los platós con tertulianos que se insultan generan más audiencia que cualquier entrevista profunda.

Ortega y Gasset lo advirtió en los años 30: la rebelión de las masas convertiría lo diferente en intolerable. Hoy basta ver Twitter para comprobar que tenía razón.

La televisión de antes: de ‘La clave’ a ‘First Dates’

Narbona recuerda que en los 80 una película de Hitchcock paralizaba la universidad; series como Retorno a Brideshead arrasaban en audiencia; y programas como La Clave ofrecían debates que hoy serían imposibles en prime time. Ahora, dice, “la televisión se parece más a un ‘pachís emocional’ que a una partida de ajedrez intelectual”.

La metáfora es clara: lo fácil, lo inmediato, gana a lo que exige atención.

La crisis de la familia y la soledad como epidemia

Otro eje central del diálogo es la transformación de la familia. Narbona no idealiza el pasado, reconoce sus desigualdades, pero advierte: “Derribamos el modelo antiguo sin construir nada sólido a cambio”. Hoy las rupturas son rápidas, los vínculos se debilitan y la soledad crece. En España hay más de un millón de mayores que viven solos.

“Antes, tres generaciones convivían bajo un mismo techo. Ahora vivimos en ciudades donde ni saludamos al vecino.”

¿Qué tiene que ver esto con la felicidad?

Narbona lo tiene claro: la cultura, los vínculos y el amor son los grandes amortiguadores del sufrimiento humano. Sin ellos, buscamos compensaciones superficiales: consumo, redes sociales, distracciones. Pero ninguna de esas cosas sustituye a lo esencial: conversar, leer, debatir, amar.

Su visión es casi provocadora en un mundo dominado por la prisa: “La felicidad no está en acumular, sino en tejer redes afectivas y reencontrar el sentido que hemos perdido”.

Filosofía, muerte y espiritualidad en tiempos de ciencia

El escritor habla también de su propia experiencia cercana a la muerte, una ECM que le hizo replantearse todo. Desde entonces, explora la espiritualidad sin ataduras religiosas rígidas, buscando sentido en pensadores como Julián Marías o Unamuno.

Para él, la ciencia no basta: “Nos describe cómo funcionan las cosas, pero no nos dice por qué importan”. En un mundo que rehúye la muerte y envejecimiento, recuerda que somos “animales metafísicos” y que evitar estas preguntas solo nos hace más frágiles.

Conclusión: rescatar la cultura es rescatar nuestra humanidad

Narbona no es ingenuo: sabe que el algoritmo premia el escándalo y que la filosofía no llena estadios. Pero insiste: leer a los clásicos, recuperar el pensamiento crítico y cultivar relaciones profundas no es un lujo, sino una forma de resistencia frente a la banalidad que nos rodea.

“No todo el ayer era malo. Hay cosas que necesitamos recuperar: la conversación lenta, la curiosidad, la ternura… porque sin eso, el futuro será puro ruido.”

¿Será posible volver a una sociedad que valore la cultura como motor de convivencia? Quizá el primer paso sea tan simple como abrir un buen libro y empezar una conversación incómoda… pero necesaria.

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