Por qué el alcohol sigue siendo la droga social más aceptada

No es una copa, es un ritual (y a veces, una trampa)

Puedes llamarlo celebración, brindis, o “tomarnos algo”. Pero lo cierto es que el alcohol se ha infiltrado en todos los rincones sociales como un invitado que nadie cuestiona. Desde los bautizos hasta los funerales, todo parece merecer una copa. Y lo peor: nadie ve el problema hasta que explota. En el episodio 395 del pódcast Lo que tú digas, el psiquiatra Gabriel Rubio, con más de 40 años de experiencia clínica, nos enfrenta a una verdad incómoda: el alcohol es la droga más aceptada… y también la más ignorada.

Gabriel Rubio: un experto que habla desde la trinchera

No es coach, no es influencer, no vende recetas mágicas. Gabriel Rubio lleva desde 1983 tratando personas con trastornos por consumo de alcohol. Y ahora, en uno de los momentos más duros de su vida (enfrentando un cáncer de páncreas), decide contar lo que muchos callan: cómo el alcohol rompe familias, desgasta relaciones y se camufla bajo sonrisas y brindis.

Su libro El laberinto de cristal no es para alcohólicos: es para los que conviven con ellos. Porque cuando alguien bebe, el entorno entero se ve arrastrado.

El mito del “vicioso” y la realidad del enfermo

Durante décadas, el alcoholismo fue tratado como un defecto moral. “No tiene fuerza de voluntad”, “le gusta demasiado la fiesta”… Lo escuchamos todos. Pero no fue hasta los años 60 que se reconoció como una enfermedad mental. Y aún hoy, sigue habiendo confusión.

«No hace falta beber todos los días para tener un problema», dice Rubio.

Porque el problema no es la frecuencia, es la función: si bebes para calmarte, animarte o aguantar una situación, ya hay señales de alarma.

Adolescencia: cuando el alcohol entra como código de aceptación

La mayoría empieza a beber no por el sabor, sino por la presión social. Nadie quiere ser el raro que dice “no” en una fiesta. Así que se toma la primera copa. Y lo que empieza como un gesto de integración activa en el cerebro un mecanismo de recompensa que puede dejar huella.

El alcohol empieza a ser “la forma de encajar”, y eso ya es peligroso.

El filtro invisible que decide si vas a una fiesta

Una de las ideas más potentes que deja Rubio en el episodio es esta:

Cuando decides si ir o no a un plan según si habrá alcohol, algo se ha roto.

La bebida empieza a ser un filtro, un requisito, una condición. Si no hay, no apetece. Si hay, se convierte en incentivo. Así empieza la dependencia emocional. Aunque no lo parezca.

Alcohol Alex Fidalgo
Adicción no siempre es escándalo: a veces es silencio

No todos los alcohólicos gritan, se caen o desaparecen días enteros. Algunos beben en silencio, rápido, a solas, para sobrellevar la ansiedad o el insomnio. Beben con disimulo, se excusan con que “una copita no hace daño” y se enfadan si alguien cuestiona su copa de vino.

La adicción no se mide en litros, sino en dependencia emocional. ¿Lo necesitas para estar bien? ¿Lo buscas cuando estás mal? Ahí está la respuesta.

La herencia invisible: no se hereda, se imita

El alcoholismo no es genético, pero sí se transmite por dinámicas familiares. Padres emocionalmente ausentes, madres controladoras, niños que aprenden a no molestar. Todo eso genera un caldo de cultivo perfecto para repetir patrones de consumo sin ser conscientes.

Rubio lo dice claro: la familia no solo sufre el alcoholismo, también lo perpetúa si no se rompe el ciclo.

Dejar de beber no es el final, es el principio

Muchos creen que dejar el alcohol es cuestión de fuerza de voluntad. “Déjalo ya y verás cómo mejoras”. Pero no es tan fácil. El cerebro debe reaprender cómo encontrar placer sin alcohol. Volver a disfrutar de una conversación, de una película, de un abrazo… sin necesidad de anestesia líquida.

No es detox: es rehabilitación emocional, social y neurológica.

La familia: parte del problema y parte de la solución

Una persona puede dejar de beber, pero si vuelve a casa y ve botellas en la mesa, comentarios como “una copita por Navidad no hace daño” o silencios incómodos… la recaída es casi segura.

La familia debe implicarse. No se trata de prohibir, sino de cambiar el mensaje:

«Te apoyamos, pero sobrio.»

Y eso exige incomodidad, conversación y límites claros.

El alcoholismo se normaliza porque no se ve

Una persona que se mete una raya en un baño causa alarma. Pero alguien que bebe cuatro copas entre risas… es “normal”. Esa normalización es peligrosa. Porque nos impide ver el daño que se va acumulando lentamente.

Gabriel Rubio lo resume con brutal claridad:

«El alcoholismo es una enfermedad que sabe disfrazarse de costumbre.»

¿Tienes que escuchar este episodio?

Sí. Pero no solo por ti. Por alguien de tu entorno. Por ese amigo que siempre dice “una y nos vamos” y nunca se va. Por ese tío que se pone violento en Navidad. Por esa persona que necesita beber para hablar, bailar o soportar el día a día.

Este episodio no es una intervención, es una invitación a pensar distinto. A mirar sin juzgar. A hablar sin tapujos. A detectar lo que normalmente no queremos ver.

Alcohol Alex Fidalgo
Álex Fidalgo: el arte de entrevistar sin interrumpir

Y todo esto no sería posible sin el estilo de Álex Fidalgo. En su pódcast Lo que tú digas, ha creado un espacio donde las conversaciones no son interrogatorios, son exploraciones. No fuerza respuestas. No busca el clip viral. Busca comprensión.

Invita a perfiles que no suelen tener foco mediático, y los deja brillar. Les da tiempo, espacio, silencio. Algo que en este mundo de TikToks de 15 segundos suena a lujo asiático.

Conclusión: el alcohol no es el enemigo, pero tampoco es un amigo

No se trata de demonizar el vino ni prohibir las cervezas. Se trata de entender qué papel juega el alcohol en tu vida. ¿Es placer? ¿Es anestesia? ¿Es una costumbre sin sentido? ¿Es un refugio?

Rubio nos recuerda que no todo el mundo que bebe tiene un problema, pero casi todos los problemas con el alcohol empiezan sin darnos cuenta.

Así que si alguna vez has sentido que bebes para calmarte, para ser otro, para soportar… este episodio es una alerta suave. No para castigarte. Para cuidarte.

Y como dice Gabriel:

“Dejar de beber puede salvar una vida. Pero entender por qué bebías… puede cambiarla para siempre.”

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